Mis inicios en Batala
Hace ya más de un año que entré en la banda, y ahora quiero contaros un poco mi experiencia.
Corría el verano del 2009 cuando oí hablar por primera vez de Batala; eran los ensayos y los ritmos de samba lo primero que supe acerca de la banda, de manos de un amigo apuntado hacía apenas 2 semanas. Pero lo deje pasar, porque... qué tiene de especial un banda de percusión, pensaba yo para mí; si ni siquiera se tocar ritmos, ¿acaso iban a enseñar a los nuevos? ¿de dónde sacaría yo tiempo para ensayar? Así que lo deje pasar.
Apenas un mes más tarde, a principios de septiembre, y tras volver de vacaciones, supe que otro amigo estaba dentro de la banda, además de la novia de uno de ellos. Ya la cosa cambia, dos amigos en apenas 6 semanas, hablando maravillas de la gente, los ritmos, los ensayos, con grandes expectativas por parte de la banda… y ellos insistiendo en que fuera a probar, que no iban a poner pegas, que había buen rollo, que uno se divertía tocando, que descargabas tensiones… Total, que me dejé llevar. Y allí estaba yo, una tarde de septiembre en las carreteras del polígono industrial de Badajoz, con 2 amigos, su novia y algunos más conocidos, e incluso una cara conocida… un viejo amigo de hacía años. Con gran simpatía me ofrecieron un arnés, un tambor (surdo, para empezar, que posteriormente seguiría tocando), y un par de baquetas, y con un “ponte al lado de él y toca lo que él toque” y un par de horas de ensayo ya podía darme por apuntado a la banda. Fueron dos horas maravillosas, de andar y tocar, de sentir el ritmo, de movernos todos a una, a ritmo de Batala; y las dos horas se pasaron como si dos minutos fueran, pero ya era hora de irse, y volví a casa, feliz, con ese ritmillo que me había calado hondo; Batala… ¡sonaba genial!
Y después de eso vinieron más ensayos, nuevos ritmos, ir conociendo a los compañeros de la banda, preparar actuaciones, y así hasta carnavales. Pero no todo fue tan fácil y bonito como parece; en esos momentos la banda se estaba re-haciendo tras un verano complicado con abandonos y enfados, con pocos integrantes en la banda, y algunos nuevos como yo.
Algunos días faltaban demasiados y no podíamos ensayar, y había gente que aparecía una vez al mes o menos; con eso, no es de extrañar los cambios raros en los instrumentos, pasando de pronto de tocar un surdo a tocar una dobra, o una caja. Aún recuerdo cómo me abrumó el tener que tocar aquellos ritmos tan rápidos de la caja, eran imposibles para mí, para un recién llegado a Batala, al ritmo, a la percusión; la caja no era para mí.
Con el paso de los meses los ritmos fueron tomando forma, la banda se hizo una, y preparamos un buen repertorio para los carnavales, que ya estaban cerca; era mediados de Enero, apenas un mes para carnavales y para los exámenes (ahora me di cuenta de la razón que tenían mis amigos al decir que liberaba tensiones), pero antes había otra cita importante: las candelas, una fiesta de la percusión previa a los carnavales en la que la quema del “marimanta”, la “tamborada” y la misma ciudad se preparan para carnavales; la suerte está echada…
Y hasta aquí llega la historia, y en la próxima entrada más J
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